2007/10/04

6 - Violento despertar

Mientras conducía a casa, Diana sabía que no podría dormir bien, a pesar del agotamiento, algo le decía que en lo poco que quedaba de noche, se dedicaría a darle vueltas a los últimos acontecimientos.

Sacudió la cabeza como queriendo librarse de sus pensamientos, necesitaba centrarse en otras cosas, pensó en lo que haría al llegar: un baño muy caliente y con mucha espuma, una copa de vino tinto y su CD de música relajante favorito. Luego dormiría sin límite para despertar, y cuando despertara vería si alguien había planeado algo para aquella noche. Necesitaba evadirse de aquel mundo tan absorbente que era el hospital.

Tardó poco en llegar y aparcar, esa hora era a la que normalmente se levantaban los demás para ir a trabajar, así que abundaban los sitios para estacionarse.

Abrió el grifo de la bañera como primer paso del ritual de relajación, encendió el reproductor tras meter el CD y empezó a sonar "Only Time" de Enya. Encendió un par de velas aromáticas de tea de entre la multitud que tenía. Empezó a desnudarse, en el reproductor sonaba Aine Minogue con "Mermaid". El vapor del agua caliente se condensaba en el espejo del cuarto de baño difuminando el reflejo del la figura desnuda de Diana. Mientras la bañera se llenaba, vertió sales y aceites esenciales que compró en una pequeña tienda. Ahora junto con los vapores del agua ascendía un aroma a lavanda. Cerró el grifo cuando la bañera se llenó lo suficiente y mientras se metía en el agua, empezó a sonar "The Mummers' Dance" de Loreena McKennitt.

Le ardía la piel al contacto con el agua, pero aquello le reconfortaba, sentirse rodeada por el calor, sentirlo por todas las partes de su cuerpo, sumergir la cabeza en el líquido ardiente y una vez fuera inspirar los aromas que la relajaban tan profundamente. Allí estaba protegida de todo aquello que pudiera perturbarla. Hasta tal punto que se quedó dormida con las últimas notas de "The Mystic's Dream".

Se despertó con un sobresalto, el agua estaba helada y quedaba menos de la mitad en la bañera, el CD había sonado entero y ahora estaba parado, pero no se había despertado por nada de esto, sino por lo que había soñado, no conseguía recordar el sueño en sí, solo recordaba la rabia y que todo a su alrededor estaba rojo. Puede que debido a lo violento del sueño su mente no le permitiera evocarlo.

Prefirió no darle mayor importancia, tenía los dedos totalmente arrugados, y la cicatriz de la mano hinchada, estaba cicatrizando de forma extraña, tomando una tonalidad oscura. Terminó su baño dándose una ducha para lavarse la cabeza.

Salió de la ducha, se envolvió en una toalla y miró el reloj, había pasado tres horas durmiendo en la bañera. Necesitaba dormir más. Se quitó humedad del pelo con una toalla y fue a su habitación. Tal cual iba, cayó en la cama en un profundo sueño.

Se despertó horas más tarde con el sonido del móvil. Era su amiga Raquel que la llamaba para contarle los planes que había para esa noche. Quedaron y Diana se levantó quedando la toalla en la cama. Se acercó al armario para ver qué vestuario llevaría aquella noche. Estaba harta de llevar la ropa sobria que no estaba mal vista en el hospital, a pesar de llevar la bata blanca encima. Aquella noche necesitaba sentirse atractiva, podía coincidir con aquel chico que había conocido... Había conseguido desconectar de las preocupaciones a las que había estado atada horas antes.


Llegó a la discoteca en la que había quedado lista para disfrutar y evadirse de la tensión acumulada, su propósito más firme aquella noche era pasarlo bien. Sus amigas no tardaron, y cuando llegaron se acercaron a la barra junto a Diana. Llevaba un top escotado que le dejaba la espalda desnuda de color rojo oscuro, una cruz de plata caía sugerentemente sobre el canalillo, una minifalda negra lisa y unas medias ribeteadas con dibujos tribales a los lados que terminaban en unos zapatos de tacón que hacían sus piernas infinitas.

Tras tomar los primeros sorbos de su copa se acercaron a la zona de baile... y entonces despertó.


No estaba en la discoteca, estaba sentada en la calle, llevaba la ropa con la que había salido, pero sus medias estaban rotas. Notaba en sus manos una sustancia viscosa y pegajosa que le resultaba horriblemente familiar. Se las miró, era sangre coagulada. Miró a su alrededor y a su lado había un hombre tumbado con unas horribles heridas mortales que explicaban perfectamente la mueca de terror que reflajaba el rostro del cadáver.

Diana no podía creer lo que estaba pasando, su repiración se aceleró, el crucifijo le quemaba sobre el pecho. ¿Había hecho ella eso?