2008/03/25

14 - Vida normal

El día había comenzado siendo normal. Diana debía seguir adelante con su vida normal, no podía dejar que las historias de una loca le afectaran. Pero el resto de la jornada no seguiría así mucho tiempo. Todo se truncó con un sobre que contenía los resultados de unos análisis. Sus análisis.

Nunca imaginó que llegaría a ver aquellos datos en su analítica. Volvió a tener la misma sensación de aquella noche.

Flunitrazepam en sangre... Rohypnol... La droga de la violación. ¿Por eso no recordaba nada? ¿Por eso no se acordaba del hombre muerto antes del callejón? ¿Cómo había pasado todo aquello? Las respuestas daban lugar a más preguntas que se acumulaban. ¿Kaia sabia aquello?

Diana sentía cada vez más presión en su cabeza. Cualquier sonido por pequeño o aparentemente imperceptible era un peso más dentro de su mente. Cualquier detalle que veía le iba poniendo cada vez más nerviosa. Casi podía sentir cómo su corazón latía con más fuerza.

El resto del día en el hospital fue lento y tedioso. Cuando llegó la hora de salir sentía como si su cabeza fuera a explotar finalmente. Llegar a casa fue de nuevo algo automático. No podía creer que la hubieran drogado y haber podido reaccionar así para defenderse. Se salía de toda lógica. Debía dejar de pensar.

Intentó dormir, pero tardó en conciliar el sueño ya que no podía dejar de oir latir su corazón en el silencio de su dormitorio. Por fin se durmió, pero no descansaría. Las incógnitas seguirían rondando su mente.

2008/03/02

13 - Familia

Según avanzaba la mañana, el día fue nublándose, dejando un cielo plomizo. Las miradas se volvieron hacia la figura que entraba, con paso seguro y firme en el edificio. Los allí presentes susurraban sobre él, era uno de los Grandes, uno de los soldados más respetados de aquel ejército oscuro del que formaban parte. Se dirigió directamente hacia la sala de los Altos. Allí le hicieron tomar asiento y esperar.

La luz gris entraba a través de las ventanas, manteniendo la penumbra de la sala de espera. Aquel edificio fue su casa durante muchos años, y lo fue también para parte de su familia. En cierta forma, todos aquellos que vivían allí eran una familia.

La habitación tenía muebles antiguos y macizos. Sobre la pared descansaban antiguos cuadros que representaban extrañas cacerías. Él observaba las escenas mientras esperaba. "Historia antigua", pensaba. La espera se le estaba haciendo más larga de lo habitual. Si le hacían esperar tras el éxito en su cacería de la noche anterior, había malas noticias, muy malas noticias. La piel de un cachorro siempre era un botín valioso y muy celebrado. "¿Qué ocurrió anoche?"

Conforme pasaban los minutos, la sala se oscurecía más. Fuera, el cielo cada vez se iba espesando más y más, oscureciéndose, produciendo mayor impaciencia al cazador. Un relámpago iluminó repentinamente la habitación a la vez que se levantaba de su asiento. Los truenos acompañaron sus primeros pasos, como si de un titán se tratara, retumbando unos segundos, mientras se dirigía a la puerta.

"Aún no te pueden atender" - Le detuvo la voz del asistente personal de los Altos. Era un hombre joven. Se conocían desde que ingresaron en la pequeña legión de la que formaban parte. Era como un familiar más, como un primo o un hermano. "Debes esperar un poco más".

"No deberían hacerme esperar tanto, no después del trofeo de anoche." - Contestó el cazador.

"Y tú deberías estar acostumbrado" - le dijo tajante - "a que no eres el único asunto que tra..."

Un zumbido interrumpió la conversación. Una voz seria y profunda. - "Hazle pasar" - dijo.

Sin dejar decir una palabra al asistente, el cazador atravesó la doble puerta que separaba la sala de espera de la de reuniones. Tres personas estaban sentadas tras una mesa rectangular. Delante de ésta, una solitaria silla le invitaba a sentarse. El cazador se acercó a la mesa, quedándose de pie ignorando la silla. Prefería enfrentar a los ancianos desde su posición superior, ya que aquellos hombres dejaron hacía mucho de merecer todo el respeto que reclamaban.

"Axel, no nos sorprende tu impaciencia," - dijo el anciano sentado en el centro - "pero tenemos una mala noticia para ti"

Por toda respuesta recibieron silencio acompañado por una mirada cortante y desafiante del hombre, que se quedó de pié.

El hombre de la derecha decidió tomar la palabra, tras la falta de respeto de este: "Parece que la prepotencia es característica en tu rama de sangre de la Familia. Supongo que eso fue lo que llevó a la muerte a tu hermano pequeño anoche."