2007/12/20

11 - Cacería

La luna brillaba menguando alta en el oscuro cielo; su luz se mezclaba con el amarillento rayo de las últimas farolas que marcaban el límite urbanizado de la ciudad. La noche en las afueras había sido tranquila. Hasta el momento en que se vió interrumpida por la huida asustada de aquel ser perseguido.

La adrenalina dominaba a aquella asustada criatura, el miedo le hacía seguir huyendo tratando de salvar su vida como fuera. Tras él avanzaba su perseguidor, como una bestia, que acortaba cada vez más las distancias. La presa sentía al cazador cada vez más cerca, oía sus pasos claramente a la vez que notaba los latidos del corazón más fuertes cuanto más cercano estaba. Tenía que llegar al bosque, ése sería su refugio, allí estaría a salvo.

El cazador lo perseguía sin fatigarse, sólo el olor a miedo de su víctima le revitalizaba y renovaba sus fuerzas. Poco a poco había ido ganando terreno y sabía que esta ventaja le vendría bien en el lugar al que se dirigían. El bosque entorpecería su marcha y allí su presa podría tomar más ventaja. Ventaja, esto esperaba el cazador, emoción en la caza. El juego con su presa. Sabía que lo alcanzaría, sólo quería disfrutar más de esa noche. La noche en la que la balanza se equilibraba a su favor.

Llegaba a la linde. El límite permitido para usar su don estaba ahí. Sin dejar de correr, el chico que huía sintió la sacudida del principio. Empezó en su cintura y recorrió toda su columna, ondulando su espalda hasta que la cabeza dió su ya familiar latigazo. Sintió el crujir de sus articulaciones ante el cambio que experimentaba mientras corría. Pero no podía parar. No con un arrasador detrás.

Una sonrisa sádica iluminó la cara del perseguidor. Por fin iba a ponerse interesante la noche. Su presa se estaba transformando ante sus ojos, aumentando cada vez más su sed de sangre maldita. La bestia sobrenatural que se alzaba ante él le resultaba más un pequeño juego después de las noches anteriores. Pero ver cómo pasaba de ser un pequeño bulto huidizo a una mole peluda de dos metros le excitaba tanto como la primera vez. Y la excitación fue aún mayor al ver que le tomaba ventaja.

El joven recién transformado alcanzó al fin el pequeño bosque, aquí podría esconderse y escapar, tenía que encontrar un sitio antes de que su cazador penetrase entre los árboles. Frenó levemente su carrera para ver mejor sus opciones de escape. Debía decidir rápido, no aguantaría mucho más en su estado actual, en esta fase de la luna su energía disminuía a demasiada velocidad.

Un árbol de tronco enorme llamó su atención, aquél parecía ser lo suficientemente fuerte y frondoso. Con el impulso de la carrera que llevaba saltó llegando a un punto a mitad de camino hacia la copa. Con un último esfuerzo trepó rápidamente hasta el espeso follaje, haciéndose un hueco entre las ramas para poder ocultar su actual tamaño. Oculto entre las ramas vio cómo su cazador llegaba al bosquecillo y se adentraba andando. Sus pasos parecían ahora incluso más seguros que antes. Observaba su alrededor atentamente y tras unos minutos cerró los ojos.

Total oscuridad... No necesitaba luz para localizarle, su olor era característico en ese entorno. Empezó a avanzar en dirección al árbol en el que se refugiaba su hombre-lobo, el cual lo observaba con cada vez más temor. A pocos metros del árbol abrió los ojos y alzó la vista, cruzando sus miradas. Cazador y presa se mantuvieron inmóviles a la espera de la reacción del otro.

El duelo comenzó con un desesperado ataque. Saltando desde su frustrado escondite, la presa se lanzó contra su depredador. Toda la furia animal contenida en aquel fibroso cuerpo se precipitó sobre el arrasador, que esperaba en el suelo, en forma de garras, como el animal arrinconado que era. Pero aquella reacción ya estaba calculada. En dos rápidos movimientos, el cazador esquivó el ataque y se puso encima de su víctima, inmovilizándolo sobre el suelo. Se inclinó sacando un cuchillo y presionándolo contra su cuello, le susurró al oído: "No has sido tan divertido como esperaba, pero voy a disfutar de esto"

La sangre empezó a fluir caliente del cuello del desgraciado ser medio bestia medio hombre que se revolvía con cada vez menos fuerza hasta quedar completamente inmóvil. Mientras moría, el arrasador comenzó su ritual bajo la tenue luz que se colaba entre los árboles.


Por la mañana en aquel mismo lugar, encontraron en el bosque un lobo muerto, desollado y desangrado.